viernes, 9 de septiembre de 2011

La vida que me precedió (Parte I)

Hace poco mi hermanó publicó una entrada en su blog en la que hablaba un poco de mi padre, su escrito lleva por título "Es carrera de resistencia, no de velocidad", frase que resume la muy particular visión de la vida de ese ser al que cariñosamente llamaba . Me gustó leer sobre él, y recordarlo a través de las palabras de Paco, por eso te dedico ésta serie de entradas a ti, querido hermano, ya que tal vez también te agrade leer sobre él.

Nunca he conocido a persona que quiera y cuide tanto a sus hijos como él lo hacía, el cariño desaforado que nos profesaba provenía de dos hechos que marcaron su existencia, el abandono de su propio padre y el amor que recibió de su madre, quién lo convirtió en el centro de su universo.

A mi entender fue un hombre de su época a quien le tocó vivir en carne propia varios de los hechos que definieron a México durante la segunda mitad del siglo XX, tal vez es por eso que su tiempo vital se agotó durante el ocaso del siglo pasado.

Nombrado en honor a San Francisco Javier, mi papá nació en la Ciudad de México y creció en el poblado de Tuxtepec, Oaxaca. La cercanía de su pueblo con el estado de Veracruz modeló el lenguaje de mi viejo en una forma bastante "florida" del español, hasta el momento me sigo incomodando al recordar sus frecuentes mentadas de madre, en las cuales hacía gala del vasto vocabulario adquirido en las tropicales tierras oajarochas.

A los trece años tuvo que migrar con su familia al Distrito Federal, había que ir a la gran ciudad para buscar un mejor futuro, esta ideología transformó a la otrora "región más transparente" en la megaurbe con tintes post-apocalípticos que conocemos hoy en día.

Creo que a mi padre no le agradó mucho tener que dejar el pueblo en el que la vida tenía la gama de colores del realismo mágico en pos de un lugar que sufría de la desaturación cromática propia del neorrealismo italiano. En Tuxtepec podían suceder cosas como la historia del hombre que durante años jugó a la lotería con la misma combinación de números, todos los habitantes del pueblo tenían conocimiento de la sistemática elección de cifras con la que su coterráneo buscaba la riqueza monetaria a través del azar. Un día sus números resultaron los ganadores del premio mayor, la gente se apresuró a ir a su casa para felicitarlo -y tal vez con la esperanza de que el suertudo paisano compartiera un poco de su fortuna-, sin embargo para su sorpresa y desencanto, ese día el hombre no había jugado a la lotería.

Imagino también que no debe ser fácil tener que cambiar el Rio Papaloapan por el Rio de Churubusco, posiblemente por eso le fue tan difícil adaptarse al Instituto Juárez, su nueva escuela ubicada en la calle Cuauhtémoc cerca del centro de Coyoacán; tampoco debe haberle ayudado el hecho de que su vocabulario se pareciera más al de un parroquiano de pulquería que al de un estudiante de secundaria del -diría él- pinche Instituto Juaréz. Su estancia en esa escuela le resultó tan insufrible que cuando pasábamos por ahí entonaba de forma burlona el -tengo que decirlo- ridículo himno de la aborrecida institución educativa:
"El Instituto Juaréz es el lema,
cultura, libertad y justicia,
sinónimo de amor y de pericia,
del Instituto Juárez es el lema"

El bachillerato lo cursó en la Preparatoria número 5 "José Vasconcelos", con lo que dio inicio su vida dentro de la máxima casa de estudios de la nación: la UNAM. Por lo que sé, su etapa como educando en prepa 5 fue de las mejores de su vida, solía presumir que antes de clase daba no sé cuantas vueltas en la alberca de la escuela. Seguramente también se sentía más a gusto en una institución académica que no tenían mayor reparo en que su porra estudiantil fuera bucólica-escatológica:

"¡Alfalfa, vacas y caca,
alfalfa, vacas y caca!
¡Arriba, arriba,
la facultad de Coapa!"

Para cuando mi padre terminó la preparatoria en el año de 1967 los Beatles habían lanzado el Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, México se preparaba para los Juegos Olímpicos a celebrase el año siguiente en la capital y la juventud alrededor del orbe comenzaba a soñar con un mundo diferente.

2 comentarios:

Francissco J Arango dijo...

En este momento me paro y voy a darte un gran beso hermanito, esta es la gran herencia del viejo, la relación q tenemos... te adoro cabrón!

Unknown dijo...

Opino que ya le sigas. ¡Y no me eches esa miradita! Me estoy retractando.